Ir al contenido principal

Entradas

DIGNIDAD

  Asomó la cabeza a la esquina y no vio a nadie, así que dobló y se mantuvo contra la pared avanzando muy lentamente. En el primer saguán se metió para adentro y se quedó en completo silencio. La lluvia continuaba y su impermeable ya estaba completamente inútil, necesitaba un respiro. De todas formas, su presa aún no aparecía. Tenía apenas una señas, y con eso se las debía arreglar. Se trataba de un hombre joven, tal vez de entre 30 y 50 años, morocho o castaño, no estaba muy claro. El mismo había pasado por esas etapas. Tuvo alguna vez el pelo rubio, cuando era muy pequeño, y bien lasio. Luego fue morocho y enrulado, y ahora era canoso. No le habían podido dar más señas que esas. Posiblemente llevara barba, y tal vez usara lentes. Dejó pasar cinco minutos y asomó lentamente la cabeza. Un hombre acababa de girar en la otra esquina. No podía ser otro que él. Salió y apuró el paso haciendo caso omiso a la lluvia. Al llegar a la esquina se detuvo y miró disimuladamente. El hombre estaba
Entradas recientes

ROGELIO

  Rogelio está como todos los días, sentado en la silla de asiento de paja, el banquito a un costado donde pone la pava, y tomando mate despacio y pensativo.Pimienta lo saluda como todos los días, pero hoy se detiene a conversar. -¡Como dice que le va don Rogelio? Hace calor ¿no? -Buen día. Y es lo que tiene que hacer ¿no? Tamo en verano vecino, y lo que pasa en verano es que hace calor. Hasta ahora, y desde que el mundo es mundo, siempre fue así. -Sí, pero ¿ta brravo eh? Dicen que es una ola de calor, que hay un coso, un lomo o algo así. Noo!! un domo, ahora me acordé, pero tiene forma de lomo igual. -Sí, es verano y hace calor, será por eso que no me llama la atención, si hicieran estos calores en julio me llamaría la atención; pero de seguro estaba acá sentado tomando unos amargos aprovechando el calorcito, ¿no cree don Pimienta? -Es como usté dice, si señor, les gusta ponerle nombres nuevos a las cosas, como si nunca hubieran existido. -Es una época buenasa pa algunos oficios

VISITAS

  -Buenas, qué tal, pase... -Buenas noches -La confundí con la vecina de enfrente jajaja...pero me pareció raro, a esta hora... -Disculpe la hora, pero es que... -Faltaba más, no se preocupe, supongo que debe estar muy atareada -Es viernes, y los imprevistos están a la orden del día, ya sabe...los que manejan borrachos...ese tipo de cosas. -me imagino; y ¿qué la trae por acá? -Vaya pregunta... -No me diga que viene a buscarme -Y...¿qué le parece?...no suelo hacer visitas de cortesía -Entiendo...solo que tantas veces la llamé y no vino... -No trabajamos así, a pedido, ¿me entiende? -¡Cómo que no! -Bueno...sí...pero en general tenemos una lista de espera, y a usted ya le llegó el turno -Apenas tengo 65... -Nos mandó a buscar a los 18, no me venga ahora con historias, y luego varias veces más...¿quiere que le cuente todas las veces que me mandó llamar al santo botón? -Siempre algo fallaba... -Sí...como la última...no me haga acordar...ya me había vestido para venir...t

SIGNIFICADOS

Me preguntaste: ¿esta tristeza la escribiste tú? Sí (te dije), lo escribí yo ah, ta (me dijiste) Y luego volviste. Y nos amamos de veras, O creí que nos amábamos. Eso te decía. Eso me decías. Y pensé que mi poema tal vez no reflejaba la realidad. Y un día charlamos largo rato, y me dijiste: nos vemos mañana amor. Y te dije: nos vemos mi amor; te amo Y al otro día un mensaje en mi teléfono: Adios Y creí que te habías equivocado, que habías querido decir “hola”...o “buen día amor”, como todos los días. Pero eso fue todo. No hubo explicaciones. Solo adios. Las palabras tienen un significado y un significante. El significante de adios es “despedida”, o “saludo”. Para mí desde ese momento tiene nuevos significados. Es también brutalidad, desprecio, cobardía. Al final mi poema estaba en lo cierto.

ÉL, YO

Desperté hoy con tremenda resaca. Sin duda había bebido mucho anoche, aunque no recordaba haber pasado por el almacén a comprar el vino. Sobre la mesita de luz había dos cajillas de cigarrillos vacías y arrugadas, y una a medio terminar, además de un cenicero lleno de colillas. Estoy delirando –pensé- tengo que dejar el maldito vino de una vez por todas. No podía entender que hacían allí esos cigarrillos, ya que yo había dejado de fumar hacía más de veinte años. Me levanté de la cama con lentitud, acosado por el mareo, y pasé por la cocina a tomar mi pastilla para la hipertensión. Sobre la mesada estaba una botella de whisky totalmente vacía. Yo tomo vino –me dije- ¿qué hace esta botella aquí? Fui al baño a darme una ducha, necesitaba despejarme o me volvería loco. El agua me hizo bien. Ahora necesitaba un cigarrillo. Prendí uno y volví al baño a peinarme y lavarme los dientes. Con el pucho colgando de los labios, tomé el peine y procedí a acomodarme el cerquillo que me c

MONTEZUMA

  Querido Carlos:   Me pides que te cuente como la estoy pasando en gringolandia. Y ¿qué te puedo decir? Me va bien, si tenemos en cuenta a qué vine, es decir, a hacer dinero con el cual pagar las cuentas que ahí no puedo pagar porque no tengo trabajo, y si lo tuviera no podría vivir con lo que me pagarían. Ese es un aspecto de la cuestión, y no tiene demasiada importancia como para contarlo, ya que tú y todo el mundo saben cómo es esto aquí: hay trabajo y se gana bien. Pero seguramente lo que tú querrías saber es cómo me siento; lo que pasa por dentro y no lo que pasa por fuera. Te conozco y nos conocemos, y nuestra amistad se basa justamente en eso, en nuestro mutuo conocimiento y en la importancia que le damos a la vida interior. Entonces ahí voy, al grano. Creo que la mejor forma de mostrártelo es con la imagen del metro (o subway como le llaman acá). El metro de Nueva York es el más grande de Estados Unidos y uno de los más grandes del mundo, y es un paisaje en el qu

UNA CHARLA CON CORBATA

Aurelio encendió la cocina con la parsimonia de siempre. Puso la caldera en el fuego y salió a tirar la yerba del mate al fondo, junto al espinillo. Pensaba en cuál sería su rutina de hoy. Había que cortar leña, eso era un hecho. El frío acogotaba al más templado, y la salamandra pedía más y más alimento. La mateada al sol, conversando con el Corbata, le levantó el ánimo. No porque su perro le hubiera contado algo que   ya no supiera, sino porque había puesto mucha atención a lo que él le contara; nunca lograba esa pose de concentración a sus palabras en otros perros, y menos en las personas. Las personas solo querían hablar, y muy pocas veces se dignaban a escuchar. No como el Corbata al menos. Al mediodía preparó el guiso que había planeado desde el domingo. Bien grasiento, como le gustaba. Lo acompañó con un tinto de caja que no duró demasiado. Antes de la siesta se largó a una caminata no muy extensa, rodeando el monte de eucaliptus y atravesando el puente de madera. Era lo m