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UNA CHARLA CON CORBATA

Aurelio encendió la cocina con la parsimonia de siempre. Puso la caldera en el fuego y salió a tirar la yerba del mate al fondo, junto al espinillo. Pensaba en cuál sería su rutina de hoy. Había que cortar leña, eso era un hecho. El frío acogotaba al más templado, y la salamandra pedía más y más alimento. La mateada al sol, conversando con el Corbata, le levantó el ánimo. No porque su perro le hubiera contado algo que  ya no supiera, sino porque había puesto mucha atención a lo que él le contara; nunca lograba esa pose de concentración a sus palabras en otros perros, y menos en las personas. Las personas solo querían hablar, y muy pocas veces se dignaban a escuchar. No como el Corbata al menos.

Al mediodía preparó el guiso que había planeado desde el domingo. Bien grasiento, como le gustaba. Lo acompañó con un tinto de caja que no duró demasiado. Antes de la siesta se largó a una caminata no muy extensa, rodeando el monte de eucaliptus y atravesando el puente de madera. Era lo mejor para un sueñito profundo y reparador.

A la tardecita cambió de lugar a las ovejas, para donde el pastito estaba más alto. Dio de comer al Corbata y se dispuso a esperar las horas más difíciles.

Había escuchado en la tele a unas señoras que hablaban sobre la soledad. Decían que “vinimos solos al mundo, y moriremos solos”, y se asombraban de que la gente le tuviera miedo a la soledad.

¡¿Nacemos solos?! –se había preguntado Aurelio-.

Y lo había hablado con el corbata. Echado el perro mirando a las sierras, con la cabeza apoyada en sus patas delanteras; Aurelio con un vaso de vino tinto mirando al infinito.

-Yo creo que nunca en la vida estamos más acompañados que cuando nacemos don corbata. No solo que estamos rodeados totalmente por nuestra madre, sino que además estamos unidos a ella por un cordón. ¿Eso es estar solos? No…estas no saben nada…dicen pavadas. Yo no sé usté mi amigo, pero nadie debería asombrarse del miedo a la soledad que tenemos, porque todas las personas necesitamos de las demás; lo que aprendemos desde que nacemos es a vivir con otras personas: la vieja, el viejo, los hermanos, la patrona; usté los conoció a algunos de ellos, sabe de qué hablo. Nacemos de otro ser humano, y afuera nos esperan otros. Bueno, usté no, usté nació de una perra, se sabe, pero crecemos en familia, vamos a la escuela, seguimos o no estudiando, pero con otros cristianos también laburamos. Y un día nos casamos y formamos una familia y tenemos hijos etc.  Usté tuvo como como nueve cachorros con la Macanuda, se acuerda? Y ahora está solo, verdá?. Bueno…está conmigo, pero no sé si es lo que usté quisiera ¿no es cierto? Capaz que lo mejor pa usté sería una perra…no me conteste si no quiere…son cosas de uno…se lo respeto. Lo que le quiero decir, y usté lo sabe mi amigo, es que yo no le tengo miedo a nada, me adentro en el monte a la noche a buscar capincho si se cuadra, o me peleo con el más guapo, no hay problema. Pero hay un miedo que me da vuelta patas pa arriba Corbata, se lo confieso, es el miedo a la soledad. No se lo cuente a nadie, sabe?

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