Aurelio encendió la cocina con la parsimonia de siempre. Puso la caldera en el fuego y salió a tirar la yerba del mate al fondo, junto al espinillo. Pensaba en cuál sería su rutina de hoy. Había que cortar leña, eso era un hecho. El frío acogotaba al más templado, y la salamandra pedía más y más alimento. La mateada al sol, conversando con el Corbata, le levantó el ánimo. No porque su perro le hubiera contado algo que ya no supiera, sino porque había puesto mucha atención a lo que él le contara; nunca lograba esa pose de concentración a sus palabras en otros perros, y menos en las personas. Las personas solo querían hablar, y muy pocas veces se dignaban a escuchar. No como el Corbata al menos. Al mediodía preparó el guiso que había planeado desde el domingo. Bien grasiento, como le gustaba. Lo acompañó con un tinto de caja que no duró demasiado. Antes de la siesta se largó a una caminata no muy extensa, rodeando el monte de eucaliptus y atravesando el puente de madera. Era lo m
A la pasión por los libros y la lectura, siguió como algo natural la pasión por la escritura. No siempre fue ficción, pero ahora que lo es, quiero compartir con ustedes lo que hago. Espero que disfruten al leer mis cuentos, tanto como yo al escribirlos. José Luis Perera