Me quedo en silencio, con la luz apagada, escuchando el viento.
Me han dicho que el pino puede caer encima de la casa; me han dicho mil veces que tengo que cortarlo, pero me gusta ese pino. Lo veo distinto a otros que hay por ahí. Y me gusta verlo allí, a tres metros de la casa e inclinado como para apoyarse en ella, como queriendo sostenerla. Pero en el silencio de la casa escucho el ruido del viento afuera, y mi corazón se paraliza al sentir crujidos y golpes. Serán ramas que vuelan sobre las chapas del techo. Me he caído muchas veces y me he levantado. Ya me volaron antes otros vientos.
Si el pino cae no podrá levantarse. Pero es más fuerte que yo, va a aguantar este viento insoportable.
Y ese crujido, y el viento que no para, y el pino que aguanta y yo que no. Y si cae me caigo. Nos caemos.
Prendo la luz un segundo antes del estruendo.
Y la luz se apaga y yo también.
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