- Buenos días señorita, disculpe la molestia, llamaba para asesorarme sobre un seguro, ¿es muy tarde ahora? Puedo llamar en otro momento..
- No, por favor, está bien, ¿qué tipo de seguro es el que quiere contratar?
- Bueno, tal vez usted se sorprenda...supongo que no es uno muy común el que quiero...tal vez ni siquiera exista…
- Diga nomás, mi especialidad son los seguros, y puedo asegurarle -valga la redundancia- que lo que usted necesita yo puedo brindárselo y en la forma más conveniente para usted
- Yo no estaría tan seguro…
- bueno, le explico, nosotros ofrecemos tres tipos de seguros: personales, de daños o patrimoniales, y de prestación de servicios; lo que usted necesite sin duda entrará en alguna de estas categorías
- lo que puedo decirle es que no creo que esté en la última categoría; definitivamente no es un seguro por prestación de servicios lo que necesito
- bien, hemos avanzado un paso, ya sabemos lo que no necesita; entonces puede que sea sobre daños patrimoniales lo que usted necesita, ¿es así?
Se oyó una tocesita breve y el arrastrar de una silla
- bueno, en realidad la cuestión puede terminar en un asunto patrimonial, pero no necesariamente
- a ver...¿puede ser usted un poco más claro mi amigo?
- bueno...se lo diré...lo que quiero es un seguro contra el enamoramiento.
Un breve silencio parecido a una eternidad fue lo que se escuchó del otro lado.
- disculpe...¿sigue usted ahí señora?
- sí...perdone...es que...ya me acomodé...a ver si le entendí bien...¿usted quiere un seguro contra el amor? ¿para evitar el enamoramiento?
- bueno, veo que usted no entiende mucho de la cuestión
- ¿por qué lo dice?
- es obvio que no son lo mismo
- ¿qué cosa?
- el amor y el enamoramiento
- bueno...pero a los efectos de un seguro…
- no, yo quiero un seguro contra el enamoramiento; al amor no le tengo miedo, es algo sabio, maduro, racional, pero no quiero correr el riesgo de enamorarme como un boludo, ¿entiende?...perdón, no quise decir boludo…
- no, esta bien, no se preocupe...déjeme pensar un poquito...me agarró medio desprevenida...no es un seguro muy común el que me pide...debo decirle…
- Lo sé, pero confío en que usted podrá ayudarme
- bien...veamos...disculpe que no le pregunté aún su nombre
- me llamo Alberto
- bien Alberto, mucho gusto, mi nombre es Carla
- encantado Carla, es un placer hablar con usted
- Dígame Alberto, hay un dato que es sumamente importante. Como usted comprenderá los seguros tienen fundamentalmente que ver con el riesgo que corre la compañía al asegurar, no es cierto?
- sí, claro, lo entiendo perfectamente
- bien, lo que yo debería saber más concretamente, es si usted es una persona de enamorarse muy fácilmente. Mire que no me estoy tirando un lance con usted eh….jajajjaja….
- bueno...no estaría mal...jajajaja
- no, lo que le quiero decir es que ese es un dato que va a querer saber la compañía antes de concretar el seguro, comprende?
- sí, por supuesto. Bueno mire, para serle sincero...como le diré...bueno...sí...soy de enamoramiento fácil, digamos
- bien, es bueno saberlo
- veo que ese dato le interesa jajajajaja
- jajajaja...noooo...mire que es pícaro usted eh...más bien a la compañía...y no creo que le agrade saberlo...o sí, pero el seguro le saldrá mucho más caro que si el riesgo fuese menor.
- no puedo mentirle...soy así...es como que me gusta enamorarme, sabe? Pero no me conviene, por eso es lo del seguro...entiende? No es fácil explicarlo por teléfono...tal vez deberíamos encontrarnos y tomar un café...no sé...seguro que se lo podría explicar mejor café mediante…
- No crea que no me gusta la idea…pero no sería ético de mi parte
- por qué lo dice?
- estaría asegurando a alguien contra algo y a la vez facilitando que ese algo se produzca, entiende? Podría ganar por un lado y perder por el otro, quedarme sin mi fuente de ingresos
- nadie tiene por qué enterarse, y si alguien se entera usted bien puede decirle que somos amigos de hace tiempo y que nos encontramos de casualidad y fuimos a tomar un café
- sí….puede ser...Alberto: se ha enamorado últimamente?
- no, por suerte no...casi…por suerte ella mantuvo distancia y yo la dejé hacer
- qué pasó?
- nada, cuando ella desayunaba yo dormía la siesta
- no tenían forma de hablar así…
- no, hablábamos sí, pero en forma intermitente, comprende? Yo le decía algo, ella me contestaba cuatro o cinco horas después, a su vez yo le contestaba cuatro o cinco horas más adelante...en fin...así no se puede. Además siempre es mejor verse las cara, no? No es lo mismo una charla virtual que mirándose las caras.
- no claro, no va a comparar
- quiere decir entonces que acepta la invitación?
- bueno...no debería...además ni lo conozco
- es una buena oportunidad para usted de conocerme y para mí de conocerla
- me da un poco de miedo...no sé…
- no soy un violador Carla, tampoco un delincuente que quiera robarla; mire hagamos así...perdón, ¿puedo tutearte?
- claro Alberto, dale nomás
-bien, nos podríamos encontrar en el bar Trocadero, el que está en el centro, conocés?
- sí, lo conozco
- bien, yo voy a estar ahí mañana a la hora que fijemos, como vos no me conocés ni yo te conozco, podrías entrar al bar y pasar a mi lado y hacerte una idea de lo que soy; yo voy a estar en la segunda mesa contra la ventana, después de la entrada; si me ves como alguien inofensivo, te presentás y te sentás a mi mesa, y si no, seguís de largo y yo me daré cuenta que así fue una hora después de la fijada, te parece?
- de acuerdo, me gustó la idea, aunque sigo pensando que no me parece ético...es algo que me da vueltas en la cabeza, podés entenderlo?
- mirá, lo que hacemos es lo siguiente: no hablaremos del tema del seguro, aunque sí del tema de fondo, así te olvidarás del problema ético; será un encuentro en el que hablaremos del amor, y también de nosotros, desde luego, pero no será de ningún modo una reunión de negocios, te parece?
- bien, me convenciste.
- bueno, mañana a las19 en el Trocadero, un beso Carla
- beso Alberto, que pases bien, nos vemos.
Alberto estuvo, tal cual lo prometido, a las 19 en punto en el Trocadero. Cuando se acercó el mozo pidió un café, por si la cosa se demoraba más de lo previsto. A las 19;15 se abrió la puerta y entró una mujer. Era realmente hermosa, muy bien vestida y con una sonrisa natural dibujada en su cara. A Alberto casi se le paraliza el corazón, y quedó con la tacita de café suspendida a medio camino rumbo a su boca.
Instantes después ingresó un hombre, también muy apuesto, y mientras guardaba las llaves de su coche le dedicó una sonrisa igual de natural a la mujer que había entrado antes que él. Le pasó un brazo por encima y fueron a sentarse en una mesa al fondo.
Alberto miró hacia afuera del bar suspirando, y vio pasar a otra mujer, también atractiva, pero que no entró sino que dobló la esquina y desapareció.
Una hora después pagó y se fue. "Tal vez podría haber cobrado el seguro", pensó.
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