Al
prepararse el desayuno Julián se quedó mirando por la ventana de la
cocina hacia el monte, y tuvo el presentimiento de que ese sería un
día especial.
“¿Por
qué? -se preguntó sumamente intrigado-, ¿por qué se me ocurre que
será un día especial? ¿debería preocuparme yo, por algo que no
domino, que no depende de mí? Mi vida siempre ha sido así y lo
será; siempre subordinado a lo que otro decida que haga o diga,
jamás podré tener un pensamiento propio, y menos una acción
determinada dirigida a conseguir un objetivo deseado por mí. Es
triste, pero así son las cosas. Soy lo que soy, apenas el personaje
de un pobre cuento. Si bien hasta ahora soy el principal personaje
del mismo, el protagonista, digamos, nada hace pensar que en
cualquier momento aparezca otro que me opaque o que me haga
desaparecer. Si ese nuevo personaje apareciera, podría tal vez ser
un día especial, como dijo al principio el autor de este cuento que
yo había pensado, mirando por la ventana.
El
me describe como un tipo triste. Al parecer, mi tristeza es antigua,
quizás más antigua que yo mismo (hay quienes dicen que los
conflictos suelen venir de las generaciones pasadas y tienen raíces
en la historia de la familia; no sé). Lo cierto es que yo me
recuerdo como alguien que siempre fue triste. Me recuerdo cuando niño
caminar solo por la plaza de mi pueblo, de manos en los bolsillos y
cabeza gacha. Esto no significa que haya tenido una infancia infeliz
ni nada por el estilo, solo que me sentía triste y me gustaba estar
solo.
Dice
mi autor que en la adolescencia también, prefería estar solo, o con
algún amigo íntimo, pero siempre le huí a las multitudes. Por
momentos me sentía muy infeliz. Pero nunca pude saber a qué se
debía. Un observador externo (por ejemplo usted, lector) diría que
tenía todo para ser feliz: una familia preciosa, un hogar sin
problemas económicos graves, amigos de fierro, en fin, lo que usted
no podría ver jamás (ni siquiera yo) era mi alma y sus vericuetos.
Por
lo que tiene que ver con la trama de este cuento, quien la escribe
(como personaje que soy no estoy autorizado a dar su nombre) no tiene
muy claro el desarrollo de la misma. Parece ser que su único
objetivo -lo logrará, no lo logrará, eso lo veremos- es jugar con
el asunto del narrador. Por lo que sé, pretende hacer algo así como
muñecas rusas, en donde el narrador es a su vez narrado por otro,
que a su vez es narrado por otro, y así sucesivamente.
Por
ejemplo, ahora sería yo -el personaje- quien estaría narrando, a
pesar de que quien comenzó este cuento no fui yo sino él. Y yo
debería permanecer callado y dejar paso al narrador, que no es el
que comenzó el cuento ni yo, sino otro, a quien tengo el gusto de
presentarles: Carlos Antonio”.
-
Hola, es un placer para mí ponerme en contacto con ustedes queridos
lectores, y nada menos que a través del querido Julián, a quien no
conocía hasta dos renglones más arriba, en donde me introdujo en
este cuento como narrador. Claro que es un rol compartido, pero no
por eso deja de ser interesante y entretenido, sobre todo teniendo en
cuenta que todo está por hacer, y que quien inició el cuento
prácticamente no hizo nada a no ser presentar a Julián, el
personaje principal de este cuento, y con eso se dio por satisfecho y
se retiró sin más.
-
Perdón Carlos Antonio, no creo que esté bueno empezar por destratar
al autor del cuento; creo que ha sido en realidad una gentileza de su
parte lo que hizo. Fijate que él podría haber hecho toda una
extensa introducción hablando de mí, pintando el paisaje, haciendo
entrar en clima al lector, y sin embargo no, nos dejó a nosotros
encargados del asunto. Creo que deberíamos centrarnos en eso, y
dejarlo al tipo en paz. Si hacemos un buen cuento tal vez él gane
algún premio o algo.
-
Bueno...sí...en eso tenés razón, lo que pasa es que no tengo muy
claro si yo puedo innovar, cambiar algo ¿entendés? Yo podría
comenzar aquí por intentar atrapar al lector con una trama que no lo
deje abandonar la lectura hasta no llegar al final. Podría hacer uso
de un sin fin de recursos literarios para lograrlo, pero la verdad es
que no me parece que pueda cambiar ni una coma de lo ya dicho. No me
refiero a lo escrito hasta aquí, cosa que desde luego no puedo hacer
porque perdería sentido el cuento mismo, sino a lo que va a ser
escrito de aquí en más.
- Me
suena a incapacidad; creo que no te sientes capaz de seguir el hilo
de lo que empezó el autor.
- ¿A
sí? ¿eso crees? Vamos a ver, te voy a demostrar lo que soy capaz de
hacer con este cuento y su trama.
Juan
Benencio Díaz, no es otro que el escribidor de este cuento (no tiene una tía Julia). Oriental y montevideano, abogado de
profesión y autor de más de un libro; premiado más de una vez en
concursos de cuentos que no voy aquí a detallar. Este cuento
pertenece a uno de sus libros, y se titula “Un día especial”, y
cuenta la historia de un autor que fue escrito por sus personajes. Al
parecer, un autor que en realidad no existió nunca, es creado
literariamente por sus propias criaturas, en una serie de apariciones
como esas muñecas rusas que se insertan una dentro de otra en una
sucesión que, en teoría, podría llegar a ser infinita.
Ese
día, apenas había comenzado a escribir este cuento, recibió una
llamada, por lo que tuvo que dejar de escribir cuando terminó la
primera frase.
La
llamada era de la policía. Su esposa había sido encontrada en un
hotel alojamiento con un balazo en el pecho y estaba internada en el
CTI del hospital Británico. El autor del disparo ya había sido
encontrado en su casa del campo, mirando por la ventana hacia el monte
cual si no hubiera pasado nada. Había sido detenido y su nombre era
Julián.
-
¿Querías un día especial? Tomá.
Julián
Sencillamente muy bueno!
ResponderEliminarImpecable. Impresionante. Kafkiano.
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