La
cuestión es que nadie sabe lo que sucedió.
Le
dijo: “bajo a comprar el pan”.
Eso
fue lo último que le escuchó. Una hora después, como no volvía,
salió a buscarla.
Le
preguntó al almacenero, y éste le dijo que sí, que había venido
hacía bastante rato, había comprado el pan y se había ido
sonriente como siempre.
Fue
hasta la esquina y miró hacia los cuatro lados; ni cerca ni lejos,
ni rastro de ella.
Subió
al apartamento y el teléfono sonaba. No era ella, eran sus padres:
-
estuvieron hace un rato a buscarla...estamos aterrorizados.
Después
le tocó a él.
Hoy
sus hijos caminan los veinte de mayo en silencio, sostienen un cartel
con sus caras.
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