Me comentó aquello sin que se le moviera un pelo, mientras armaba su tabaco con una parsimonia que hacía pensar en un artesano cuidando su más exquisita obra de arte. Cuando hubo terminado su tarea con un rápido lengüetazo, lo miró serio y lo encendió; luego escupió hacia un costado y me dijo: acá lo que se da mucho es el lobizón. Mi pregunta había sido sencilla: ¿y es tranquilo por aquí? Hacía poco más de un mes que me había mudado a aquella chacra y era la primera vez que me acodaba al mostrador del boliche para comenzar a conocer a los vecinos. Los demás ni me habían mirado, permanecían con sus miradas fijas en sus copas, salvo los dos que rodeaban el billar y ni siquiera habían escuchado, ensimismados en las jugadas de una carambola reñida. El que se interesó enseguida en la charla fue un hombre levemente pelirrojo, bajo pero fornido, que se presentó como Gutiérrez, esquilador, y que preguntó a su vez: ¿usté tiene oveja? -Tengo. Solo una, es mi cortadora de...
A la pasión por los libros y la lectura, siguió como algo natural la pasión por la escritura. No siempre fue ficción, pero ahora que lo es, quiero compartir con ustedes lo que hago. Espero que disfruten al leer mis cuentos, tanto como yo al escribirlos. José Luis Perera